Cassetera

 

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Secretar

Esteban Mora

estebanmoraa@gmail.com

 

Las contra-culturas se diferencian de los espectáculos de moda no sin representaciones propias. Un desafío a la pasividad de cierta cultura ya significa producir otra imagen (no necesariamente visual) del mundo. Ese espectáculo también es el ejercicio de una praxis: un modo de producir y reproducir en el que una ultra-minoría corporativa se transforme en el DJ de millones de personas. Las disputas culturales “vanguardistas” hacían explotar los espacios culturales no solo por interrumpir, sino por crear fenómenos comunicativos.

 

Una vez el arte “pop” era celebrado y excluido al mismo tiempo con las mismas palabras: publicidad dentro de museos, reflejo(!) de cultura consumista, artificialidad, cotidianeidad, decadencia, blablabla. Andy Warhol patrocinó la música de Velvet Underground como patrocinó a muchos otros artistas diferentes (y mejor aún, diferentes tipos de artistas). Su relación era de productos de supermercado y celebridades por un lado; distorsiones, voces y violas disonantes por el otro: los dos experimentales. Lo que emparentó las latas de frijoles con la batería sin platillos de Maureen Tucker no eran las imágenes y los sonidos solamente.

 

Eran experimentales con significantes diferentes, no porque sus figuras fueran neutrales o amorales, sino al contrario: porque romper vidrios y pegar alaridos en Velvet Underground & Nico, o la cara de colores de Marilyn Monroe, significaba poco menos que ir contra las buenas costumbres de la cultura hegemónica de su lugar y de su tiempo (tal y como pasa con las buenas costumbres del posmodernismo ahora). El pacto del escritor con la sociedad no determina una decisión única para nadie, pero sí el tener una posición nunca solo objetiva, desinteresada o neutral; la responsabilidad entre el escritor y su escritura no es la responsabilidad con una sola moral, en el sentido kantiano (y reproducido kantianamente por la amoralidad posmoderna), sino con nuestras particularidades dentro de la cultura social; eso que queda de uno en lo que hace, pero no es propiedad mía, sino de todos; haciendo parte (no todo) de las crisis de la(s) moral(es), la(s) política(s).

 

Una ‘política’ en el sentido abierto de la palabra, no en el tradicionalmente formal de los pasillos de instituciones y papeleos oficiales; no en el espíritu de los modelos económicos y culturales clásicos, o las palabras académicas (y no académicas) que se usan para ideologizarlos. Sino de las relaciones mundanas que modelan esos modelos; relaciones de poder en sentido humanista (o sea, cínico), donde más allá de solo ideas, existen también prácticas en proceso; donde una cultura se vuelve hegemónica por el sin número de sujetos que participan de su socialización o su apropiación.

 

La música no coincide con las clases económicas, pero tampoco hay arte (lenguaje) sin economía. Marx dice que si contamos todas las clases o estamentos sociales, serían infinitos… pero para seguir respirando (o no hacerlo), todos tenemos alguna posición en la satisfacción de nuestras necesidades (economía); nadie es solo una ínfima clase económica, pero ¿quién deja de serlo sin empezar a estar muerto? Por eso no es lo mismo confundir la desigualdad de la división del trabajo con la desigualdad de clases; ni la destrucción de las desigualdades de clase, con la erradicación de las políticas, las morales.

 

Andy Warhol y Velvet Underground se volvieron también espectáculos entre espectáculos; los absorbieron las relaciones sociales existentes entre sus trabajos artísticos. Por eso Lou Reed se sumó a destruir creando Metal Machine Music, un disco entero de solo feedback y que Reed lanzó en su momento de mayor celebridad en las listas de éxitos. Fue una de las más espectaculares y entretenidas rupturas de “noise” dentro del siempre-lo-mismo, endulzando (o amargando) un poco la decadencia de la industria musical, comunicando que sí hay arte excluido dentro del juego brutalmente humano de la dominación social actual.

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Octubre, 2010

Hay 50 razones o más para no premiar un libro de narrativa en Costa Rica. Estas son algunas con las que he lidiado a lo largo de los años.

1. Porque no habla de Costa Rica; entonces no es literatura costarricense.

2. Porque no es relevante para la «realidad» costarricense.

3. Porque tiene citas en latín, inglés, alemán, etc. (Es un pedante).

4. Porque tiene más de 200 páginas.

5. Porque están concursando más de cinco novelas y yo no tengo tiempo para tanto.

6. Porque llegaron 30 cuentarios y yo si acaso me leí dos. (Hay que declarar el género cuento «desierto»).

7. Porque esa escritora me cae mal por extranjera.

8. Porque ese escritor me cae mal por negro.

9. Porque nunca he tenido un orgasmo múltiple.

10. Porque nunca he tenido un solo orgasmo.

11. Porque ese autor es gay y a este premio hay que irle quitando el tufito rosado que tiene.

12. Porque están concursando más de cinco novelas y yo no quiero leer tanto.

13. Porque están concursando más de cinco novelas y yo no sé leer tanto.

14. Porque a mí no me van a apantallar con esa mierda de «posmodernismo».

15. Porque no sé qué es la teoría del caos ni la de los fractales.

16. Porque yo no he escrito nada pero soy amigo de un funcionario del MCJ, y necesito «posicionarme» en el medio.

17. Porque la chiquita del autor está enferma y tiene que llevarla a Houston a una operación.

18. Porque el autor se divorció y está deprimido. (Y claro, es mi amigo).

19. Porque a mí no me engañan con esas varas de pos-estructuralismo.

20. Porque literatura tica es Magón.

21. Porque soy miembro de la Asociación de Atroces y ya comprometí mi voto para la esposa del presidente.

22. Porque la gran literatura costarricense es «rural».

23. Porque ese escritor es liberacionista.

24. Porque nosotros, A y K, nos «gemeleamos» el premio.  Este año yo premio a K y el que viene K me premia a mí. (Método que funciona mejor si ambos trabajamos para instituciones paralelas, afines, o que sean la misma).

25. Porque la novela es una porquería en cuanto a estructura y estilo, pero me encanta el tema. ¡Está divino!

26. Porque otra vez no tuve tiempo de leer casi ni mierda. (Andaba en la playa).

27. Porque yo solo sé de literatura infantil.

28. Porque no me gustan los cuentos de más de dos páginas.

29. Porque no me gustan las novelas de más de tres páginas.

30. Porque no me gustan las novelas.

31. Porque el autor es primo de la novia de mi hermano. Voto por él.

32. Porque el autor es primo de la novia de mi hermano. Voto contra él.

33. Porque la narrativa de vanguardia no existe.

34. Porque yo no premio una novela que no tenga un argumento central.

35. Porque tengo hongos vaginales y mi vida sexual ha sido un desmadre este año.

36. Porque Fanny y yo preferimos la literatura infantil.

37. Porque Fanny y yo no somos lesbianas.

38. Porque Fanny y yo sí somos lesbianas.

39. Porque la autora es feminista.

40. Porque el escritor es maricón (y tiene el descaro de confesarlo en público).

41. Porque es muy violento y “bulgarsh”.

42. Porque SOLO YO escribo buena narrativa en este país. (¡Todos los premios quedan desiertos!).

43. Porque tengo un doctorado en literatura.

44. Porque tengo un doctorado en literatura y me creo el cuentazo de que un título universitario (o dos, o tres) finalmente me va a quitar lo bruto.

45. Porque un doctor en literatura (o lo que sea) es infalible.

46. Porque el libro tiene mucho sexo. («No sé por qué la gente habla de sexo en lo que escribe», exdirectora de la ECR dixit).

47. Porque este país es de domesticados y en la Asociación de Atroces yo hago lo que me dé la gana.

48. Porque una vez publiqué un poemario dedicado “al amao”.

49. Porque no entiendo eso de «literatura moderna».

50. Porque no entiendo pero tengo que salir del paso.

51. Porque tengo una maestría en literatura latinoamericana pero no sé quién es Roberto Bolaño. (Consta en actas).

52. Porque “me lo prestaron” a cambio de esto. (¡Y qué buena estuvo, pero qué mal escribe!)

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